La generación del 98

Respuesta posible para la pregunta del examen de Selectividad:

5. a Generación del 98 (2 p.)

Con este nombre, aunque bastante discutido hoy en día, se conoce a un grupo de autores, nacidos en España entre los años 1860 y 1875, que cultivaron un tipo de literatura con algunos rasgos comunes, distinta, si no opuesta, al realismo decimonónico que todavía caracterizaba a las obras de nuestro fin de siglo.
Aunque sus trayectorias posteriores fueron divergentes, hay que reconocer, al menos hasta los años 20, algunos elementos afines. En primer lugar, un gusto por la prosa fluida, natural, antirretórica, alejada de la afectación. Ello no les impedía exhibir un estilo cuidado, pero preferían la palabra precisa, a menudo arcaizante, de gusto local, pero usadas siempre con lirismo. Descubrieron en el austero paisaje castellano, a pesar de que casi todos nacieron en la periferia, un motivo de inspiración, que no fue sólo estética, sino que les condujo a originales reflexiones sobre la esencia de España y en general a una nostálgica visión de nuestro pasado glorioso, sobre todo en lo que a las artes se refiere.
Quizá fuera José Martínez Ruiz, “Azorín”, quien más contribuyera a la creación del concepto de Generación del 98 con novelas como “La voluntad”, de 1902. En ella, un muchacho (Antonio Azorín) habla y reflexiona con su maestro sobre distintos temas. No hay acción ni trama estructurada ni personajes nítidos ni final cerrado al estilo realista. Historia, filosofía, poesía... son las herramientas con las que construye un original relato donde el protagonista es el propio lenguaje y el inconfundible estilo.
Otro autor importante fue Miguel de Unamuno. Rector de la universidad de Salamanca, intelectual de inmenso prestigio, fue más conocido como pensador que como autor de ficción, aunque él siempre se consideró sobre todo poeta. En libros como “El Cristo de Velazquez” plasma en versos algo áridos, pero muy valorados hoy, sus inquietudes vitales, siempre en torno la lucha entre la fe y la razón. Más interesantes se consideraron sus ensayos (“En torno al casticismo”, “Vida de don Quijote y Sancho) donde introducen conceptos tan universales hoy como el de “intrahistoria”. Quizá sean sus novelas lo más leído de su obra. Fueron importantes “Niebla”, donde enfrenta al personaje protagonista con el autor, el propio Miguel de Unamuno, para hablar del papel de la literatura, o “San Manuel Bueno, mártir”, de nuevo al rededor del tema de la falta de fe.
El gran narrador, no obstante, de la generación fue Pío Baroja, autor de más de 60 novelas. Quizá las más importantes fueran las de su primera época, hasta los años 20. Títulos como “La busca” o el “El árbol de la ciencia” muestran una feliz síntesis entre el realismo al estilo de Galdós (escenas cotidianas y costumbristas, de la clase media o baja) con las novedades del siglo XX: descripciones impresionistas, diálogos ágiles, acción trepidante, estructura episódica, digresiones ensayísticas, final abierto... Aunque su labro posterior fue ingente, con títulos importantes como las “Memorias de un hombre de acción”, lo mejor de us producción estaba ya escrito antes de la guerra.
Antonio Machado es, por otro lado, el mejor poeta de este movimiento. Su primer libro, “Soledades”, de 1907 respira un tono modernista, con inquietud por el cromatismo, los versos audaces, pero en un clima más íntimo y moderado, ajeno a los cisnes y pagodas de un Rubén Darío. Al contacto con la tierra Soriana, donde fue destinado como profesor de francés, donde se enamoró y casó, y donde en breve tiempo perdió a su mujer, su poesía derivó hacia temáticas más sociales en su fundamental obra “Campos de Castilla”. El paisaje como motivo para la reflexión sobre España y sus gentes o la nostalgia de Leonor, su joven amada perdida para siempre, son sus temas predilectos. A partir de aquí se dedicó mas al ensayo misceláneo con obras valioas como “Juan de Mairena”.
Por último, Valle-Inclán fue un genial novelista y también dramaturgo. Partiendo de un refinado modernismo con sus “Sonatas”, cultivó también una literatura llamada “mítica”, alrededor de una Galicia mágica y brutal. Pero su hallazgo más feliz fue el Esperpento, género bautizado así por él que la crítica asocia al movimiento expresionista, en él que se sirve de la deformación caricaturesca de sus personajes y situaciones para hacer una labor de denuncia no solo histórica y circunstancial, sino existencial.
Otros autores importantes a los que al menos hay que mencionar son Ángel Ganivet, Ramiro de Maeztu o incluso un primer Jacinto Benavente.
Generación o no, estos autores compartieron lecturas, inquietudes y actos conjuntos, y aunque cada uno tuvo su personal estilo, contribuyeron a superar un realismo decimonónico que no sastisfacía ya a los lectores del nuevo siglo.



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