Novela y cuento hispanoamericanos en la 2ª mitad del s. XX
Esquema
1) Introducción
2) Antecedentes: Modernismo, novela de la tierra, novela experimental
3) Género fantástico:
-a. Jorge Luis Borges (“El Aleph”)
-b. Julio Cortázar (“Rayuela”)
4) Novela existencial:
-a. Ernesto Sábato (“El túnel”, “Sobre héroes y tumbas”)
-b. Juan Carlos Onetti (“El pozo”)
5) El Realismo Mágico
-a. Alejo Carpentier (“El reino de este mundo”)
-b. Miguel Ángel Asturias (“El Señor Presidente”)
-c. Augusto Roa Bastos (“Yo, el Supremo”)
-d. Juan Rulfo (“Pedro Páramo”)
-e. Otros: Carlos Fuentes, Rainaldo Arenas, Augusto Roa Bastos
6) El boom sudamericano
-a. Mario Vargas Llosa (“El reino de este mundo”, “La ciudad y los perros”)
-b. Gabriel García Márquez (“Cien años de soledad”)
7) La narrativa hispanoamericana hoy: Guillermo Cabrera Infante, Mario Benedetti, Roberto Bolaño
Tema
Este tema pretende abarcar la enorme variedad de autores, corrientes y países que en esta segunda mitad del siglo XX, por cantidad y calidad, han colocado al continente americano en la élite de la literatura universal. América, que durante siglos se nutrió de lo que “venía de Europa”, supo emanciparse a finales del XIX con el movimiento modernista, con unas Vanguardias vividas intensamente y con la vuelta al realismo en lo que se llamó “novela de la tierra”. Pero va a ser a partir de los años 40 cuando comienza su verdadero esplendor.
Quizá haya que empezar por el género fantástico, que vivió un gran desarrollo en estos años en el área rioplatense. Son importantes Adolfo Bioy Casares (“La invención de Morel”) y Julio Cortázar (“Las armas secretas”), pero quien alcanzará mayor proyección universal será Jorge Luis Borges con sus dos colecciones de relatos, “Ficciones”, de 1944, y “El Aleph”, de 1949. En ellos, el argumento puede deslizarse hacia mundos ficticios o fantásticos, pero poseen un desarrollo sujeto a unos principios narrativos muy rigurosos. Objetivo común a los tres autores es utilizar la literatura para mostrar la inconsistencia de eso tan sólido que llamamos realidad.
Por su parte, el uruguayo Juan Carlos Onetti (“El pozo”, “La vida breve”) y el argentino Ernesto Sábato (“El túnel”, “Sobre héroes y tumbas”) cultivan un tipo de novela denominada existencial con la que representan de modo más bien dramático el carácter radicalmente absurdo de la realidad. Son novelas urbanas, protagonizadas por hombres atormentados, que buscan inútilmente una salida a su angustia.
No obstante, el movimiento, nacido también en estos años 40, más original, fecundo e influyente de todo el siglo será el llamado “Realismo Mágico”. Lo iniciará el cubano Alejo Carpentier al trasladar a la literatura lo que el entendió como verdadera esencia americana: la convivencia pacífica de mitos y creencias antiguas, junto al progreso de la colonización. Ello habían dado lugar a lo que él llamaba lo “real-maravilloso”, que se convirtió en novelas como “El reino de este mundo” o “Los pasos perdidos”. En ellas descubrimos una naturaleza exuberante, el mestizaje de culturas, explicaciones míticas dentro de relatos verosímiles y realistas aunque desmesurados. Parecida actitud cultivó el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, a quien el contacto con el surrealismo le hizo mirar de forma diferente a su tierra y descubrió en la cultura prehispánica una forma de reivindicar a toda América. Su narrativa, “El señor Presidente”, “Leyendas de Guatemala”, se mueve en niveles de consciencia irracionales, pero altamente expresivos. Otro autor magistral y único, de obra breve pero capital, encuadrado también en esta concepción mágica e irreal de hispanoamérica, es el mejicano Juan Rulfo. “Pedro Páramo”, su única novela, forja un universo narrativo autónomo y un territorio irreal, Comala, que simboliza el infierno y donde tiene lugar la decadencia de Juan Preciado, símbolo del destino terrible y fatal de todo el continente. Muy importante es también su colección de cuentos "El llano en llamas", dentro del mismo ambiente irreal e irrespirable.
Una segunda generación de autores surgen en los años 60 dentro del Realismo Mágico, cuya calidad les hizo desbordar los límites del continente americano. Quizá sea el colombiano Gabriel García Márquez quien de modo más efectivo e internacional haya acaparado el protagonismo de este movimiento. Un talento privilegiado para la narración y una imaginación prodigiosa han dado lugar a una serie de obras magníficas: “La hojarasca”, en 1955 o “El coronel no tiene quien le escriba”, de 1961, la colección de cuentos "Los funerales de la Mamá Grande" culminaron en 1967 con su obra definitiva, “Cien años de soledad”, que sirve tanto de paradigma como de cierre del ciclo del realismo mágico. Relatados con mano exquisita, asistimos a acontecimientos sobrenaturales con la mayor naturalidad, tiempos recurrentes, sagas que se multiplican, espacios asfixiantes... García Márquez ha creado en Macondo un territorio autónomo en el que cabe toda Latinoamérica.
Autores que merecerían un tratamiento en profundidad, pero que solo podemos, por razones de espacio, mencionar, son el mejicano Carlos Fuentes (“La muerte de Artemio Cruz”), el paraguayo Augusto Roa Bastos (“Yo, el Supremo”) o el peruano Mario Vargas Llosa (“La ciudad y los perros”, “Conversaciones en la catdral”), quien, además de ser el último premio Nobel de Literatura, desencadenó el fenómeno –menos literario que editorial– conocido como “Boom hispanoamericano”.
El momento álgido del realismo mágico terminó con “Cien años de soledad”. Hoy, autores como el chileno Antonio Skarmeta o el peruano Adolfo Bryce Echenique prescinden de cualquier referencia a lo mágico y vuelven sus ojos a la intimidad del ser humano. Otra formula nueva es la denominada “novela de testimonio”, en un intento de mostrar la realidad suramericana excluyendo la intervención del autor: hechos desnudos con toda su crudeza. Un ejemplo sería la mejicana Elena Poniatowska o el cubano Miguel Barnet o el chileno Roberto Bolaño.
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